En ‘La historia de la obesidad‘, exploramos como el estigma hacia el peso fue cambiando a lo largo de los tiempos, hasta la construcción de la visión gordofóbica de la sociedad actual.
Como consecuencia de este estigma, han surgido numerosa cantidad de dietas milagro, que han causado mucho daño a la población. En el artículo de hoy realizaremos un viaje. Vamos a recorrer de forma cronológica, el desarrollo de la nutrición como ciencia, y observar como esto ha influido en la alimentación de la población.
1800: primeras obras de dietética
Durante el siglo XIX, comenzaron a realizarse las primeros escritos sobre nutrición. Destacan Letter of Corpulence (1863), realizado por Banting, y Corpulence, or excess of fat in the human body realizada por Chambers (1850). Estaban centradas en mostrar métodos para perder peso.
La obra de Banting, comienza de la siguiente manera: ‘De todos los parásitos que afectan a la humanidad, no puedo imaginarme uno más angustioso que la obesidad. Habiendo alcanzado la libertad de esta afección recientemente, estoy deseoso de compartir mis conocimientos y experiencias, con la esperanza de que sintáis el mismo confort y felicidad que siento ahora mismo’.
Banting, nos muestra el método que él siguió, con el cual consiguió perder 20 kilos. La dieta que presenta consta principalmente en un consumo alto de proteínas, algunos vegetales, y el consumo de frutas. Se tomaban un total de 5 comidas diarias. Entre los alimentos a evitar, encontramos los tubérculos como las patatas, el consumo de azúcar en el té, mantequilla, o salmón.
La obra se hizo tan popular, que comenzó a popularizarse el término ‘banting’, a la hora de hacer referencia al acto de estar a dieta.
Siglo XX: el comienzo de las «dietas modernas»
Este fue el siglo en el que las dietas comenzaron a establecerse en la sociedad. El siglo XX fue un momento el que se hicieron grandes avances en el campo de la nutrición.
Se descubrieron las vitaminas en 1926, por Casimir Funk. Se consiguió aislar la tiamina (vitamina B1) por primera vez, mientras que diez años después, lograron sintetizarla.
En el 1932, se aisló la vitamina C, y se documentó que el consumo de esta vitamina tenía un efecto protector ante enfermedades como el escorbuto. Durante las décadas posteriores (hasta aproximadamente 1950) se documentaron el resto de vitaminas, sus funciones, y los efectos negativos que puede generar los déficits de las mismas.
Esto tuvo un impacto significativo en los hábitos alimentarios de la población de la época. En lugar de promover una alimentación variada en la población, que asegure una correcta ingesta de vitaminas, abogaron por intervenciones basadas en la suplementación. También se popularizó la ‘fortificación de alimentos‘ con micronutrientes, como es el caso de las leches de crecimiento, que aún permanecen en nuestro días.
Como ya contamos en La historia de la obesidad, el siglo XX fue un periodo en el que el estigma hacia el peso cambió completamente. El cuerpo canónico de la mujer pasó a ser uno delgado, debido a diferentes factores.
Destaca, la mayor disponibilidad de alimentos para las clases sociales más bajas (ya no era tan común pasar hambre), además de otros factores más importantes como la incorporación de la mujer al mundo laboral.
Debido a estos cambios sociales, comenzó a formarse de forma definitiva la Cultura de la Dieta: Según Naomi Wolf, en su libro How Images of Beauty Are Used Against Women, afirma que estos estándares de belleza impuestos por la sociedad, logró distraer a la mujer en su camino por alcanzar la igualdad social y laboral. Así, los hombres mantuvieron el status quo, y consiguieron mayor poder e influencia en ese mundo.
La vida comenzó a girar en torno a conseguir la delgadez. Estar gorda es considerado una patología, y algo humillante. Durante la década de 1920, en adelante, nacieron las primeras dietas como respuesta a este fenómeno. Unas dietas que, como veremos a continuación, ponían en peligro la salud mental y física de la población, tanto en el corto como en el largo plazo.
Durante los años 20, las compañías tabaqueras hicieron múltiples campañas publicitarias, en las que se vendía que fumar ayudaba a perder peso, favoreciendo la digestión. Un completo sin sentido.
A finales de década, ocurrió la Gran Depresión, una crisis financiera mundial que azotó sobre todo a los EEUU, durante toda una 10 años. A pesar de que los índices de pobreza aumentaron enormemente, aún se perseguía tener cuerpos delgados. Como consecuencia, el tabaquismo no disminuyó, y se popularizaron las dietas basadas en sopas, además del consumo de chicle. Al igual que con el caso del tabaco, el propio envase de estos productos apuntaba que su consumo era idóneo para la pérdida de peso.
Es cierto que los conocimientos científicos que se tenían en ese momento acerca de cómo los hábitos de vida condicionan nuestra salud, eran limitados. Sin embargo, no deja de ser impresionante cómo la industria y el marketing consiguió distorsionar los hábitos de salud de la población durante décadas.
Los años 50-60
Durante los siguientes 20 años, las investigaciones en nutrición se centraron en el consumo de grasas y azúcar. Diferentes obras escritas por el fisiólogo John Yudkin mostraron como un consumo alto en azúcares aumentaba el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares o cáncer. Sin embargo, tanto políticos como científicos decidieron centrar sus intervenciones en reducir el consumo de grasa.
Los senadores de los EEUU, promovieron campañas para disminuir el consumo de grasas y colesterol en la población. 50 años después, sabemos que John Yudkin no estaba equivocado. No es descabellado pensar que la industria alimentaria haya influido en este aspecto.
Como consecuencia, aumentó el consumo de productos procesados, bajos en calorías y grasas, pero alto en azúcares.
También, se popularizaron batidos como el Metrecal, un suplemento dietético que «sustituía a una comida», y que «ayudaban» a perder peso. El consumo de este y otros productos se hicieron populares entre la población. Una década después, su popularidad decreció, debido a que se asociaron la ingesta de estos batidos a 59 muertes a mediados de los 70.
Al término de la década de los 60, el informe «Smoking and Health» afirmaba finalmente, que el tabaco era cancerígeno (han tardado sólo 50 años).
Los 70: La revolución del Dr. Atkins
En los años 70, se popularizó una nueva dieta milagro que ayudaría a perder peso. El Doctor Atkins, publicó «La revolución dietética del Dr Atkins». El doctor propuso un modelo de alimentación que se basaba en reducir el consumo de todas las fuentes de carbohidratos, y consumir en su lugar alimentos ricos en proteínas. Actualmente se conoce como la dieta cetogénica.
De esta forma, Atkins instaba a la población a reducir el consumo de vegetales, tubérculos, frutas, legumbres, y por supuesto cereales. En su lugar, los desayunos y el resto de comidas están compuestos por carne con mantequilla y huevos, fritos. Atkins defendía que así, la población puede perder peso y a la vez sentirse saciada. Esta dieta causó controversia en la comunidad científica.
A pesar de esto, Atkins montó una empresa con su nombre, en la que recomendaba dietas cetogénicas para bajar peso, además de vender productos bajos en carbohidratos. Esta empresa sigue ofreciendo sus servicios a la población mundial a pesar del fallecimiento de su fundador en 2003.
Actualmente sabemos que con la dieta cetogénica, el organismo se ve obligado a formar cuerpos cetónicos, compuestos utilizables por el organismo, formados a partir de la degradación de proteínas (masa muscular). Una gran acumulación de estos compuestos, puede acidificar el pH de la sangre, produciéndose cetoacidosis, que puede llegar hasta el coma. Además, este tipo de dietas, en las que el consumo de fibras es bajo, provocan un aumentan el riesgo de padecer cánceres como el colon-rectal.
Desde los 90 hasta la actualidad
Durante los años 90, se desarrollaron nuevas técnicas de investigación en nutrición. Entre ellos encontramos los ensayos clínicos, los estudios de cohortes o ensayos genéticos. Estos estudios proporcionan una mayor evidencia acerca de cómo los diferentes patrones alimentarios afectan a la salud de las personas en el largo plazo.
Gracias a estos nuevos métodos, los investigadores en nutrición pudieron entender que las intervenciones nutricionales centradas en un único nutriente, no tenían mucho sentido. Los estudios de cohortes (seguimiento de una población concreta a lo largo de un periodo de tiempo determinado), mostraron que las intervenciones centradas en la reducción de grasa, no surtieron el efecto deseado. La prevalencia de enfermedad cardiovascular y otras enfermedades como la diabetes tipo 2 no disminuyó. De hecho estudios clínicos mostraron como el consumo de hidratos de carbono refinados y azúcar libre, producían alteraciones negativas en los biomarcadores. No se observó lo mismo en el consumo de alimentos ricos en grasa.
Finalmente en las últimas dos décadas, se ha llegado a una conclusión final clara: Las planificaciones deben de caracterizarse por la adquisición de hábitos dietéticos saludables. En concreto, hablamos de una alimentación basada en alimentos con una alta densidad nutricional: cereales integrales, alto consumo de frutas y verduras, y una fuente de proteínas de calidad procedentes de legumbres, pescado, lácteos o carnes no procesadas y fuente de grasa saludable, como el AOVE, del que ya hemos hablado anteriormente. Además todo esto, se incluyen hábitos como la realización de ejercicio físico y no consumir alcohol.
El desarrollo en las técnicas de investigación en nutrición consiguió encontrar algunas de las respuestas que la comunidad científica estuvo buscando durante décadas, ante la creciente incidencia de enfermedades no transmisibles como el cáncer, o las enfermedades cardiovasculares. ¿Se vio esto reflejado en un cambio en la alimentación y hábitos de la población? La respuesta es no.
La revolución digital: las redes sociales y el exceso de desinformación
La población continúa siguiendo gran cantidad de dietas milagro, la gordofobia aún esta presente. Las personas gordas son discriminadas de forma sistemática, en todo tipo de ámbitos, tanto en social como el laboral. Al fin y al cabo, la obesidad y el sobrepeso, aún son consideradas una patología por la comunidad médica y por la sociedad.
Gracias a las redes sociales, seguir nuevas dietas milagro es aún más sencillo. A veces aconsejadas por celebridades, las cuales ejercen como ‘role models’ para las jóvenes. En otros casos, los medios de comunicación juegan un rol clave en este sentido, ya que en numerosos artículos, hablan sobre nuevas dietas y métodos para perder peso. Están llenos de sensacionalismos, y en la mayoría de ocasiones, están basados en estudios científicos polémicos, que carecen de evidencia científica. Desinforman, en lugar de informar.
Durante los 2000 en adelante, surgieron dietas como la dieta paleo, Dukan, dieta del grupo sanguíneo, y más recientemente, el ayuno intermitente. En la grandísima mayoría de casos, este tipo de dietas, están condenadas al fracaso. Como consecuencia, ponemos en peligro nuestra salud, física y mental. Nos desvinculamos de nuestra sensación de saciedad, nos invade el estrés, la culpabilidad y nos impide relacionarnos de manera saludable con la comida.
En el 2013, la APA, reconoció el trastorno de atracón dentro de los TCA. Por si no fuera poco, la prevalencia de la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa ha ido aumentando.
Según The American Journal of Clinical Nutrition, la prevalencia global de estos TCA ha aumentado del 3,8%, al 7,8%, desde el 2000 al 2018. Es decir, en los últimos 20 años, se ha duplicado el número de casos. Este ha sido el resultado de la visión gordofóbica que se ha ido construyendo en la sociedad a lo largo de generaciones.
La nutrición del futuro: patologías digestivas, y un cambio de perspectiva necesario
En los años siguientes, los investigadores y divulgadores del mundo de la nutrición tienen aún mucho trabajo por hacer. Actualmente se están realizando numerosas investigaciones acerca del rol que tiene la microbiota intestinal en nuestro organismo. También en conocer cuales son las estrategias nutricionales idóneas para alcanzar una composición microbial saludable. Además, están trabajando en conocer el funcionamiento y causas de afecciones digestivas como el síndrome del intestino irritable, malabsorciones digestivas, o la enfermedad de Chron.
Por último, tenemos que perder esa fijación por perder peso, ya que el peso corporal no es un medidor fiable de salud. Sobre todo los profesionales de la salud, ya que somos los encargados de divulgar esta información a la población.
Una alimentación saludable no es una alimentación orientada a la pérdida de peso. Es aquella que se ajusta a nuestros valores, nuestra fisiología, capacidad económica, que cubre nuestras necesidades nutricionales, y sobre todo, que nos proporciona bienestar físico, mental y social.
Es necesario tomar conciencia de ello. Sobre todo en el caso de los profesionales de la salud. La gran mayoría de nutricionistas lucen eslóganes orientados a enseñar a la población a perder peso, cuando deberían orientar sus intervenciones en educar nutricionalmente a sus clientes, y ayudarles a alcanzar una alimentación saludable.
Aún queda mucho trabajo por hacer para romper el estigma hacia el peso que se ha construido durante décadas, aunque estamos por el buen camino.
Referencias:
(1): Banting, W. (1869). Letter on Corpulence, addressed to the public… with addenda. Harrison.
(2) Davidson, K. (2020). Development of a scale to measure diet-culture beliefs, The (Doctoral dissertation, Colorado State University).
(3) Carpenter, K. J. (2003). A short history of nutritional science: Part 1 (1785–1885). The Journal of nutrition, 133(3), 638-645.
(4) Mozaffarian, D., Rosenberg, I., & Uauy, R. (2018). History of modern nutrition science—implications for current research, dietary guidelines, and food policy. Bmj, 361.
(5) Bourke, J. (2012). The long history of dieting fads. The Lancet, 379(9820), 994-995.