Son varios los artículos de este blog en los que ya hemos hablado de las dietas restrictivas. Sobre todo de cómo estas nos limitan y nos llegan a afectar a nivel físico y psicológico. Sin embargo, nunca hemos entrado en profundidad en este tema, hasta hoy.
En esta lectura vamos a indagar y a reflexionar sobre cómo nos han vendido el ideal de dieta como algo milagroso.
¿Pueden realmente llegar a ser efectivas? ¿O la realidad es que no hacen más que generar relaciones tóxicas con la comida? ¡¡VAMOS ALLÁ!!
La cultura de la dieta
Actualmente, no se puede negar la gran influencia que siempre ha tenido y sigue teniendo la cultura de la dieta.
Este término, quizás desconocido para algunas, se usa para referirse a una serie de creencias basadas en que la delgadez es nuestro objetivo fundamental en la vida. Es un modelo que se ha visto super potenciado por la industria, sobre todo la estética y la alimentaria. Mediante este, nos ha hecho creer que el cuerpo ideal, y el único válido es aquel que está muy delgado, y que hay que hacer lo que sea para conseguirlo.
Esto ha hecho que muchas personas confíen en las dietas para solucionar todos sus problemas. Las conciben como el milagro que va a cambiar no solo su alimentación sino sus vidas, o al menos eso es lo que les han hecho creer.
En 2019, el Instituto DYM realizó un estudio llamado WIN World Survey. De él se extrajeron los siguientes datos: En España, una de cada cinco personas lleva algún tipo de dieta de forma asidua, siendo aproximadamente el 20% de la población. Además, una vez más se demuestra que es una problemática con mayor impacto en las mujeres, siendo la cifra de 19,9% en el caso de ellas y 17,2% en el caso de los hombres.
Con estos datos sobre la mesa y lo anteriormente expuesto, no es muy difícil identificar los motivos por los que las dietas son tan recurrentes. La influencia de los medios, la educación y la industria ha generado en la población una continua necesidad de estar delgada para sentirse bien. Es por eso que mucha gente recurre a planificaciones tan estrictas, pensadas para conseguir este objetivo, al menos a corto plazo.
Pero… ¿Realmente tienen esa capacidad, o es otro engaño más?
¿Son útiles para perder peso?
Si lo planteamos a nivel teórico, el sistema tiene lógica. Una restricción de alimentos y menor consumo, seguramente va a llevar a un déficit calórico, y consecuentemente a una reducción de peso.
Sin embargo, estas planificaciones NO cuentan con las respuestas físicas, psicológicas y fisiológicas que va a dar nuestro cuerpo, y que van a producir el llamado efecto rebote.
Cuando nos sometemos a una dieta restrictiva, el cuerpo desarrolla una serie de adaptaciones a nivel metabólico para paliar los efectos de esta. (Ya este simple hecho debería indicarnos que estos métodos no son buenos, cuando nuestro PROPIO organismo los rechaza). Estos mecanismos consisten en una alteración de la termorregulación corporal, para así reducir el gasto metabólico basal. Esto va a provocar que cuando se dejen de seguir estas planificaciones, el cuerpo recupere todo el peso perdido con gran facilidad, pues el gasto energético mínimo se habrá reducido.
Además, con este tipo de pautas, se acaba generando una gran ansiedad. Haciendo que aumenten enormemente las ganas de comer todo lo que nos estamos prohibiendo. Sumado al hecho de que muchas personas llegan a pasar hambre, hace de las dietas algo insostenible. Y es el motivo por el que las primeras semanas parecen ser un «milagro», pero a la larga terminan siendo una GRAN MENTIRA.
En un estudio que encontré, la autora analiza la efectividad de varias dietas diseñadas para la pérdida de peso. Algunas que limitan los hidratos de carbono, otras que limitan las grasas…
La conclusión de la revisión fue bastante clara: Ningún tipo de dieta es apta para una pérdida de peso «»saludable»», ya que no son sostenibles a largo plazo. Carecen de adherencia y acaban cayendo en todo lo anterior mencionado.(1)
Hay muchas evidencias que apoyan esta idea, y añaden que todas estas intervenciones se deberían realizar de la mano de un profesional. Cambiando no solo la alimentación, sino los hábitos del paciente hacia unos más saludables. Todo esto sin restricciones y prohibiciones que limiten a esa persona, para así conseguir una mejor adherencia. (2)
LA VISIÓN DEL «»EXCESO DE PESO»»
Este es el verdadero problema al que hay que hacer frente. ESTE debería ser el objetivo de las intervenciones: La imagen tan negativa que se nos ha generado sobre el peso.
Si el motivo por el que se empieza a seguir una dieta es para bajar peso, primero hay que plantearse por qué se quiere hacer eso. ¿Estamos priorizando nuestra salud o estamos siguiendo un modelo que nos han vendido como ideal?
Es comprensible que con toda la presión existente, creamos que viéndonos más delgadas vamos a sentirnos mejor, ya que encajaremos en el patrón. Sin embargo, debemos plantearnos realmente si queremos hacerlo, ya que acabaremos dedicando gran parte de nuestra vida a nuestra estética. Y sin duda, merecemos tener objetivos mucho más amplios que tener un cuerpo «»»perfecto»»».
Los patrones dietéticos no son sinónimo de salud
Son muchas las personas que creen que las planificaciones dietéticas facilitan el estar más saludable. Sin embargo, como veremos más adelante, no solo NO implican mejor salud sino que llegan a atentar contra esta.
La literatura científica es tajante en este aspecto. Un estilo de vida saludable no se consigue solo con la alimentación, y mucho menos maltratándola con patrones restrictivos. En el conjunto de hábitos que nos ayudarán a cumplir ese objetivo se engloban: La actividad física de manera frecuente, los buenos hábitos alimentarios, las relaciones sanas de nuestro entorno, y las adecuadas horas de descanso entre otros…
Esto implica que la salud no dependa de eliminar X alimento, o echar 303,4 gramos de zanahoria al potaje, sino de conseguir unos hábitos con los que nos sintamos cómodas. Aquellos que nos ayuden diariamente a sentirnos mejor, independientemente de nuestro peso. Encontrar una rutina en la que la actividad física y social mantengan un equilibrio con la adecuada variación a la hora de elegir alimentos más saludables, será el pilar fundamental para conseguir un estado óptimo de salud.
Es por eso, que hay que desvincular como sea la idea de que tener mucho peso conlleva no estar saludable. Si nuestro estilo de vida y hábitos son sanos y aún así existe un «»exceso»» de peso, ¡eso significa que esa es nuestra forma de estar saludables! Lo que quiere decir que no tenemos que modificar nuestro peso con patrones restrictivos.
El peso ideal no es aquel que nos marca un IMC concreto, sino aquel que se mantiene en el tiempo sin especial esfuerzo dentro de unos hábitos saludables. Los cuerpos por naturaleza, tienen tamaños diversos.
Consecuencias de las dietas
Son muchos los efectos negativos que tienen este tipo de planificaciones para nosotras, hasta el punto de que podríamos denominarlas como destructivas.
No solo existen evidentes secuelas físicas, sino que el aspecto psicológico resulta especialmente dañado, lo cual va a influir muchísimo en nuestra alimentación. (Esto lo trataremos más profundamente en el artículo de la próxima semana).
La consecuencia más evidente es el hambre al que va a tener que hacer frente la persona sometida a esa dieta. La cual va a afectar no solo a su bienestar sino a su relación con la comida, favoreciendo la aparición de episodios de atracones.
Otro de los resultados es el uso del glucógeno hepático como fuente energética, ya que en la mayoría de estas dietas se limita el consumo de la glucosa. Esto va a ser que se acaben agotando las reservas de glucógeno llegando a producir fatigas y mareos.(3)
También hay que destacar, que la mayoría del peso perdido es a expensas del agua, electrólitos y proteínas. Por lo que estas personas corren peligro de sufrir deshidratación, lo cual sería nefasto para su salud.(3)
Y eso sin nombrar la serie de enfermedades que pueden aparecer. Entre ellas, deficiencias nutricionales tales como las anemias o la osteoporosis. Todas derivadas de la falta de nutrientes esenciales carentes en una alimentación restrictiva.
Además, es terriblemente peligrosa la influencia que pueden tener las dietas en el desarrollo de TCA. En un estudio realizado en chicas adolescentes, se comprobó que el seguimiento de un patrón dietético restrictivo incrementaba el riesgo de padecer algún tipo de TCA. Sobre todo del trastorno por atracón. (4)
Y sin duda, no podemos olvidar el impacto tan grande que van a ejercer sobre nuestros comportamientos sociales y alimentarios. Van a limitar y a poner en peligro nuestras relaciones, haciendo que no disfrutemos de aquellos planes que involucren la alimentación. Nos van a crear barreras que no nos permitan ser libres.
Es por eso que hay que evitarlas a toda costa, porque nos privan de lo más importante que tenemos: La libertad. La libertad de elegir lo que comemos y cómo lo comemos.
Digamos NO a las dietas, NO a los estándares de peso y disfrutemos de una buena relación con la comida, porque eso sí es SALUD.
Ningún alimento te hará tanto daño como el que te causaría un TCA
Emily Fonnesbeck, nutricionista.
REFERENCIAS:
(1) Freire, R., 2020. Scientific evidence of diets for weight loss: Different macronutrient composition, intermittent fasting, and popular diets. Nutrition 69, 110549.. doi:10.1016/j.nut.2019.07.001
(2) Thom, G., Lean, M., 2017. Is There an Optimal Diet for Weight Management and Metabolic Health?. Gastroenterology 152, 1739–1751.. doi:10.1053/j.gastro.2017.01.056
(3) Casado Dones, M.J., Fraile Villar, M.I., Juárez Bonilla, M., Moreno González, C., Martín Rodríguez, M., 2016. Dietas milagro bajas en hidratos de carbono o carbofóbicas: perspectiva enfermera desde la evidencia. Enfermería Clínica 26, 243–249.. doi:10.1016/j.enfcli.2016.03.005
(4) Daee, Allison, et al. «Psychologic and physiologic effects of dieting in adolescents. (Review Article).» Southern Medical Journal, vol. 95, no. 9, 2002, p. 1032.
Hola Inma, me encanta la idea de la participación de varias mujeres en este espacio, gracias por compartir estudios científicos sobre el tema. Leer este artículo me hace aceptar conductas y decisiones que he tomado desde muy pequeña y encontrar que es una conducta promedio a nivel mundial es mortificante y más preocupante que sea a más corta edad. NO HAY UN DÍA EN EL QUE NO PIENSE EN LO QUE ENTRA A MI ESTOMAGO y es triste.
Encantada Mónica, mil gracias por tu comentario.
Comparto contigo la sensación de tristeza y preocupación por cómo la sociedad «acepta» y ve como «normal» conductas que para nada son aceptables ni buenas.
Espero que con este blog podamos desmentirlas y podamos llegar a una buena relación con la comida, desde el autoconocimiento y el amor.
Un abrazo enorme <3