En el artículo ‘Ecología de la alimentación’ hablamos acerca del impacto medioambiental que tienen nuestras elecciones alimentarias. Aprendimos que el consumo de alimentos de origen animal tiene un mayor impacto medioambiental que aquellos de origen vegetal o que el uso excesivo de pesticidas afectan a la calidad de los alimentos, al medioambiente e incluso a nuestra salud.

Es normal que, después de conocer todos estos datos y entender que mediante la alimentación podemos cuidar tanto nuestra salud como el planeta, nos entren numerosas dudas acerca de cómo empezar a hacer cambios para llevar una alimentación sostenible.

Sabemos que los cambios alimentarios pueden ser complicados y por eso no recomendamos hacer variaciones drásticas, sino ir poco a poco. Nuestro objetivo es hacer una transición a una alimentación más respetuosa con el medio ambiente, pero también con nosotras mismas. Por esta razón, debemos tener en cuenta nuestra salud mental en todo momento: antes, durante y después de realizar cualquier cambio en la alimentación.

Dicho esto, ¡empezamos!

1. Adquirir alimentos de temporada y proximidad

Cuando acudimos al mercado de nuestro barrio para comprar alimentos, además de apoyar el comercio local, estamos cuidando la salud del planeta. La mayor parte de alimentos que encontramos en estas tiendas son de procedencia cercana, por lo que evitamos comprar aquellos que proceden de otros países o continentes. Este aspecto es realmente importante, ya que cuanto mayor sea el desplazamiento de los alimentos a los puntos de ventas, mayor será la contaminación producida.

Estupendo, sabemos que consumir alimentos locales es muy beneficioso, pero ¿por qué es importante consumir alimentos de temporada?

Cuando consumimos un alimento de temporada y local, este puede recolectarse en su punto justo de maduración, evitando así la necesidad de usar productos para su conservación. Por lo tanto, obtendremos un alimento fresco más seguro y con mejores características organolépticas.

Esto también supone un menor coste de distribución, por lo que suelen presentar precios más baratos.

Para conseguir que un alimento crezca fuera de temporada, existen dos vías:

  • Mediante la importación desde otros países: Como ya hemos mencionado anteriormente, resulta en la emisión de gases de efecto invernadero, así como de consumo de numerosos recursos innecesarios.
  • Mediante el cultivo en invernaderos climatizados: Requieren de una gran cantidad de recursos, sobre todo energéticos.

Consumir alimentos de temporada supone respetar el ciclo natural de la tierra, apoyar el comercio local y apostar por un mejor modelo de producción. Este paso es esencial para acercarnos a la alimentación sostenible.

2. Consumir alimentos ecológicos

Atendiendo al Reglamento (UE) 848/2018 del Parlamento Europeo y del Consejo(1), la producción ecológica es un sistema de gestión agrícola y de producción de alimentos que combina las mejores prácticas respecto al medio ambiente, el clima, la conservación de la biodiversidad y de los recursos naturales y la aplicación de normas exigentes sobre bienestar animal y producción que responden a la demanda, expresada por un creciente número de consumidores, de productos obtenidos a partir de sustancias y procesos naturales.

Por lo tanto, un producto ecológico es aquel que resulta de la producción ecológica. Los productos de la caza y de la pesca de animales salvajes no se consideran productos ecológicos.

Siempre y cuando podamos permitírnoslo (ya que son productos más caros), decantarnos por las opciones ecológicas será la mejor opción tanto para la salud del planeta como para la nuestra propia. A continuación, vamos a repasar todos los beneficios que presentan los alimentos ecológicos:

  • Los alimentos ecológicos presentan una ligera mejora del valor nutricional respecto a los convencionales. Por ejemplo, en los vegetales ecológicos se ha encontrado una mayor actividad antioxidante (2), una menor concentración de contaminantes y un mayor contenido de vitamina C (3). Además, estos alimentos presentan niveles superiores de hierro, magnesio (4) y de compuestos fenólicos.
  • La mayor y principal exposición que tenemos a los plaguicidas ocurre mediante los residuos presentes en los alimentos. Si hacemos una revisión bibliográfica, observamos que en todos los alimentos de origen vegetal estudiados los alimentos convencionales presentan concentraciones superiores de residuos agroquímicos que los ecológicos. Lo mismo sucede en los estudios realizados para la detección de compuestos inorgánicos a base de nitrógeno y de metales pesados tanto en alimentos ecológicos como convencionales. Por último, es importante saber que, si no se mantiene una correcta calidad higiénico-sanitaria, estos alimentos pueden presentar un mayor riesgo de contaminación microbiológica y ser nocivos para la salud.
  • A pesar de no estar demostrada la mejora de la calidad organoléptica en productos ecológicos, hay algunos estudios (5) que señalan que ciertos alimentos ecológicos presentan una mejora en la textura, colores más intensos, diferencias en cuanto a la firmeza de las carnes o un índice de Haugh más alto en los huevos.

3. Dieta basada en alimentos de origen vegetal

A través de una dieta basada en alimentos de origen vegetal podemos reducir considerablemente el impacto en el medio ambiente debido a que los productos de origen animal requieren de mayores recursos de suelo, agua y transporte, además de emitir una mayor cantidad de gases de efecto invernadero.

Si atendemos a los datos, estudios de la Universidad de Oxford (6) concluyeron que el 83% de las tierras de cultivo globales están destinadas a la producción de alimentos de origen animal, es decir, para la comida de los animales que ingerimos. Tan solo un 17% va dirigido para el consumo humano de forma directa.

Debido a la creciente densidad poblacional y a la baja concienciación medioambiental, cada vez hay una mayor demanda de productos de origen animal y mayor escasez de terreno para el cultivo destinado a los animales de consumo humano, por lo que se ha visto aumentada la deforestación. Si comparamos las diferentes causas de deforestación a nivel mundial, la carne de vacuno lidera el ranking, siendo responsable del 41% de la deforestación de selvas tropicales, frente al 13% que supone la tala para madera y papel (7).

Vale, quiero reducir el consumo de alimentos de origen animal, pero no sé por dónde empezar

Una vez hemos tomado esta decisión, es importantísimo que tengamos en cuenta en todo momento que el cambio NO debe repercutirnos negativamente. Por esta razón, es conveniente informarse previamente de aquellos alimentos que debemos ingerir para adquirir todos los nutrientes con el fin de evitar carencias nutricionales y mantener o mejorar la relación con la comida y con nosotras mismas.

El proceso de cambio de hábitos es distinto para cada persona, por lo que no tengas prisa ni te compares con las demás. Recordemos que el cambio a una alimentación más sostenible y la instauración de nuevos hábitos debe ser agradable y respetuosa, de lo contrario lo abandonaremos rápidamente.

Para reducir el consumo de alimentos de origen animal y aumentar aquellos de origen vegetal, recomendamos las siguientes pautas:

  • Infórmate acerca del impacto medioambiental, sobre la salud o sobre el bienestar animal que conlleva el consumo de distintos productos de origen animal. De esta manera conocerás la problemática y construirás tu propia idea con tus propios argumentos sobre tu alimentación.
  • Acude a una profesional de la nutrición o, si no puedes permitírtelo, infórmate muy bien sobre aquellos nutrientes que debes incorporar a tu alimentación para sustituir los que vas retirando, con el fin de evitar carencias nutricionales. En el caso de no ingerir carne ni pescado, es esencial la suplementación de vitamina B12 en forma de cianocobalamina (8) de forma diaria o semanal.
  • Empieza reduciendo de manera progresiva el consumo de alimentos de origen animal. En muchas ocasiones nos frustramos porque pensamos en el famoso ‘o todo o nada’, cuando no tiene por qué ser así. La reducción del consumo de alimentos de origen animal tiene un efecto realmente beneficioso en la salud del planeta y en la nuestra propia. No tienes que eliminar ningún alimento de tu dieta si no lo deseas, por lo que puedes simplemente reducir la cantidad. Por ejemplo, si ingieres carne todos los días de la semana, puedes empezar intercambiando uno de los días por platos sin carne. Es importante ser flexibles, no hace falta hacer grandes cambios de golpe, ya que es probable que fracasemos en el intento.
  • Innova en la cocina. Muchas veces, cuando hablamos acerca de la alimentación vegetal pensamos en una dieta repleta de ensaladas y verduras al vapor. No obstante, la cocina vegetariana o vegana puede ser realmente sabrosa y agradable para nuestras papilas gustativas. Si echamos un ojo rápido por internet, podemos encontrar numerosas recetas riquísimas y sencillas que podemos personalizar a nuestro gusto. Te recomendamos que innoves en tu laboratorio personal (también conocido como cocina) y pruebes nuevas combinaciones, alimentos y especias para fomentar el consumo de vegetales.

4. Evitar el desperdicio alimentario

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Británica sobre Residuos WRAP (9), en el año 2019 hubo 931 millones de toneladas de alimentos desperdiciados (17% de la producción total de alimentos).

En muchas ocasiones, vamos al supermercado y compramos más comida de la que necesitamos, la guardamos en la nevera y nos olvidamos de que la tenemos ahí. Pasados unos días, apreciamos que las cinco manzanas que habíamos comprado tienen moho y hay que tirarlas. Para evitar que esto suceda, debemos ser conscientes y realistas con la cantidad de comida que compramos:

  • Una buena estrategia es comprar los alimentos perecederos de poco en poco, según nuestras necesidades diarias. Esto puede resultar algo complicado si no disponemos de mucho tiempo, pero es una gran estrategia para evitar el desperdicio de comida y ahorrar dinero.
  • También podemos dejar la fruta y la verdura a la vista (en una cesta, fuera de la nevera o en un sitio visible en la nevera). De esta manera, no nos olvidaremos de estos alimentos y evitaremos tirarlos.
  • Cuando cocinamos verduras, solemos tirar las pieles y otras partes grandes del alimento. Existe una opción maravillosa para evitar su desperdicio: hacer caldo. Para ello, llenaremos bolsas o tápers de las partes de los vegetales que no usemos y lo congelaremos. Cuando hallamos reunido una gran cantidad de restos de vegetales, podremos hacer caldo vegetal con ellos. De esta manera, aprovecharemos todas las partes de las verduras y tendremos un excelente caldo casero para tomar directamente o utilizarlo en pucheros, arroces, cremas, etc.

5. Reducir el uso de plástico

El plástico está por todos lados y si hablamos de la industria alimentaria, parece imposible deshacernos de él. En la actualidad hasta podemos encontrar frutas peladas envueltas en plástico. Con el fin de reducir el uso de este material (ya que es dañino para el medio ambiente), aconsejamos:

  • Ir a hacer la compra con bolsas de tela o reutilizables que tengamos por casa.
  • A la hora de coger hortalizas y frutas, evitar usar bolsas de plástico. En su defecto, podemos pesar la fruta sin ningún recipiente o llevar tápers de casa. Según la nueva ley de envases y residuos, las clientas ya podemos llevar nuestro propio envase para guardar los alimentos.
  • En la mayor parte de las grandes superficies, los alimentos perecederos se presentan envueltos en plástico. En muchas ocasiones, aunque no queramos, acabamos comprándolo porque no hay otras opciones. Por esta razón, siempre será mejor acudir a nuestra frutería o mercado de confianza, donde además de obtener alimentos sin plástico, podemos encontrar alimentos de proximidad y a un precio más accesible.
  • Cambiar ciertos utensilios o cubiertos de plástico por otros de materiales más sostenibles: pajitas reutilizables, estropajos ecológicos, cantimploras o botellas termo que puedan usarse durante muchos años…
  • A pesar de seguir al pie de la letra estos consejos, en ocasiones nos encontraremos en situaciones en las que tendremos que comprar alimentos envueltos en plástico sí o sí. En estos casos, tendremos que asegurarnos de reciclar correctamente este material. Recuerda: el contenedor amarillo es el encargado de guardar envases de plástico, envases metálicos (como las latas de conservas), los tetrabriks y el corcho (como las bandejas de corcho).

6. Alimentos vegetales con truco

Como hemos mencionado anteriormente, los alimentos vegetales tienen un menor impacto medioambiental y, por lo tanto, son más sostenibles y deben abundar en nuestra alimentación. No obstante, el consumo de algunos de estos alimentos puede ser realmente perjudicial para el planeta. Alimentos como el cacao, el aguacate, la quinua, el aceite de palma o el café pueden ser poco sostenibles debido a diversos motivos: procedencia lejana, modelos de cultivo poco sostenibles, malas condiciones laborales, destrucción de terreno para su cultivo, etc. Esto no significa que debamos eliminar estos alimentos de nuestra alimentación. Lo recomendable es que, si queremos consumir alguno de estos alimentos, nos informemos previamente de su procedencia y del sistema en el que se ha cultivado.  

Como podéis comprobar, hay muchas formas de acercarnos a la alimentación sostenible. Dependiendo de tus capacidades económicas, de tiempo y tu implicación en el tema, podrás implementar más o menos hábitos sostenibles. Lo importante es realizar pequeños cambios que nos hagan sentir mejor con nosotras mismas y con las demás, disfrutando del proceso y cuidando nuestro hogar, el planeta.

Esperamos que os haya servido este artículo. Si tenéis más dudas o queréis que tratemos algún tema relacionado, ¡comentádnoslo!

REFERENCIAS:

(1) Reglamento (UE) 2018/848 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 30 de mayo de 2018, sobre producción ecológica y etiquetado de los productos ecológicos y por el que se deroga el Reglamento (CE) nº 834/2007 del Consejo. Diario Oficial de la Unión Europea, núm. 150, de 14 de junio de 2018, páginas 1-92. https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=DOUE-L-2018-80995

(2) Suciu, N.A., Ferrari, F., Trevisan, M. (2018). Organic and conventional Food: Comparison and future research. Trends in Food Science & Technology, 84, 49-51.

(3) Hoefkens, C., Isabelle Sioen, I., Baert, K., De Meulenaer, B., De Henauw, S., Vandekinderen, I., Devlieghere, F., Opsomer, A., Verbeke, W., Van Camp., J. (2010). Consuming organic versus conventional vegetables: The effect on nutrient and contaminant intakes. Food and Chemical Toxicology, 48, 3058–3066.

(4) Lairon, D. (2009). Nutritional quality and safety of organic food. A review. Agronomy for Sustainable Development, 30, 33-41.

(5) Galgano, F., Tolve, R., Colangelo, M.A., Scarpa, T., Caruso, M.C. (2016). Conventional and organic foods: A comparison focused on animal products. Cogent Food & Agriculture, 2. https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/23311932.2016.1142818

(6) Poore, J., Nemecek, T. (2018). Reducing food’s environmental impacts through producers and consumers, Science, 360, 987-992. https://www.science.org/doi/10.1126/science.aaq0216

(7) Rosier, B., Carbó, S. (2021). El impacto ambiental de la carne es innegable. National Geographic España. https://www.nationalgeographic.com.es/mundo-ng/impacto-ambiental-carne-es-innegable_17128

(8) EFSA. (2015). Scientific Opinion on Dietary Reference Values for cobalamin (vitamin B12). Scientific Opinion on Dietary Reference Values for cobalamin (vitamin B12) | EFSA (europa.eu)

(9) ONU. (2021). Programa para el medio ambiente. ONU: se desperdicia 17% de todos los alimentos disponibles a nivel del consumidor.

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