A lo largo de diferentes artículos, hemos tratado cómo la cultura de la dieta es uno de los factores determinantes en el desarrollo de un TCA. Realizar dietas condicionan la forma en la que percibimos la alimentación y nuestras relaciones sociales. En el artículo de hoy, vamos a profundizar sobre que nos sucede psicológicamente cuando realizamos estas dietas.
‘Yo-Yo Dieting’
La gran mayoría de la comunidad científica estudia como las dietas afectan a nuestro cuerpo, en el plano físico, mientras una vez más descuidan el aspecto psicológico. Lo que se tiene claro es que las dietas no funcionan, ya que, tarde o temprano, terminamos por abandonarlas.
Y no solo eso, si no que finalmente terminamos ingiriendo comida en mayores cantidades y de forma compulsiva. Se produce el llamado efecto rebote (Podéis leer el post: LAS DIETAS: ¿Sirven para algo?)
Estas planificaciones alimentarias, han sido definidas por nutricionistas y psicólogas como ‘dietas yo-yo’.‘ Este efecto rebote, es una señal evidente de que estas dietas, están mal diseñadas y planteadas. Como si construyéramos una casa, cuyos cimientos no son firmes. Sabes que en algún momento terminará por derrumbarse. Y en este caso, lo que se desmorona es nuestra mente, fruto de la frustración que generan estas ‘dietas milagro’.
‘What the hell effect’.
Es común que personas de todas las edades imiten la forma de comer de ‘influencers’, o consulten a ‘gurús de la alimentación’. Sí, esos que leen mucho sobre nutricionismo, y tienen un canal de Youtube, donde anuncian dietas revolucionarias.
Entonces, comenzamos a seguir una dieta, en la que se controla el gramaje de los alimentos, y las calorías al milímetro. Se crean reglas alimentarias. Reglas que no son consecuentes con nuestras preferencias y nuestra cultura: ¡NO COMAS ALIMENTOS RICOS EN CARBOHIDRATOS, VAS A ENGORDAR! ¡¡¡NO COMAS FRUTAS A LAS 9, ESO ENGORDA!!! ¿LACTEOS? ¡POR QUÉ COMES ESO, TIENEN MUCHA GRASA! Como consecuencia, se crean miedos.
Estas dietas no solo son calóricamente restrictivas, si no que también nos limitan en cuanto a la elección de alimentos. En lugar de darnos libertad, nos encierran en una jaula, por lo que convertimos la alimentación en una experiencia estresante y negativa.
Esta abstinencia alimentaria, termina por romperse en algún momento. Se desencadena así, el ‘what the hell effect‘. Es una respuesta cognitiva definida por Dan Ariely, profesor de psicología en la Universidad de Duke.
Se origina cuando excedemos las reglas alimentarias autoimpuestas. En ese momento, nos decimos a nosotras mismas «what the hell»: ya que ‘me he saltado la dieta, me la voy a saltar bien’. Entonces consumimos grandes cantidades de comida, de manera irracional, mientras nos invade un sentimiento de culpabilidad. Esta respuesta no se produce porque seamos débiles, o no tengamos fuerza de voluntad. De hecho, es una señal que nuestro cuerpo nos envía, para hacernos ver que con esa dieta no podemos sobrevivir.
Estudios han revelado que cuando se realiza una restricción calórica sostenida en el tiempo, se incrementa el sistema de la respuesta hedónica, promoviendo el consumo del reforzador, que en este caso la comida.
En esta reacción, colaboran diferentes núcleos cerebrales, que fomentan la búsqueda de placer. Se buscan así estímulos placenteros descontroladamente independientemente de la necesidad fisiológica real, simplemente con la privación.
Por otro lado, como consecuencia de una baja ingesta prolongada, se produce una cascada hormonal intensa: Aumenta la secreción de ghrelina y disminuye la leptina, por lo que se incrementa la sensación de hambre.
En otras palabras, lo que nuestro cuerpo nos está diciendo es que con este modelo de alimentación, lo está pasando mal.
Por eso, se suelen producir estos episodios de ‘food-craving’. Estas dietas nos limitan en muchos ámbitos, no son apetecibles y además nos hacen pasar hambre, nuestro cuerpo siente que está en peligro vital. Esta es la respuesta de nuestro cerebro para intentar revertir la situación.
Se puede desatar cuando estamos siguiendo estas dietas, y quedamos con amigas. Ellas piden cualquier ‘alimento prohibido’ de nuestra lista, pongamos como ejemplo, una galleta de repostería. En ese momento, vamos a sentir presión, ya que realmente, queremos acompañar a nuestras amigas y disfrutar con ellas de ese momento, y terminamos haciéndolo, pero la tomamos con una sensación agridulce. Sentimos que nos hemos fallado a nosotras mismas. Nos limitan también social y psicológicamente. Son restrictivas en todos los aspectos.
Un momento que debería ser un disfrute, ya que la nutrición también es un acto social, termina por arruinarnos la semana.
El ciclo de la pérdida y ganancia de peso
Y, por si todo lo comentado anteriormente no fuera motivo suficiente para abandonar este tipo de prácticas, la literatura científica nos aporta otra gran cantidad de razones.
Consideramos como un fracaso el hecho de ‘saltarnos’ la dieta. Estos continuos fracasos a la hora intentar perder peso, nos pasan factura. La culpabilidad aumenta, y nuestra autoestima decae. Esto nos hace sentir vergüenza. Nos sentimos juzgadas, como consecuencia del estigma que se tiene hacia el peso corporal. Avergonzadas por no alcanzar un cuerpo delgado.
Estos sentimientos negativos llevan consigo una serie de respuestas hormonales: el aumento del estrés. Esta respuesta se activa cuando estamos, o nos sentimos en peligro (Estrés, una cuestión de perspectiva).
El estrés secreta cortisol de manera continuada a la sangre, aumentando la sensación de hambre. Como consecuencia de eso, abandonamos la dieta que nos propusimos seguir en primera instancia, hasta que volvamos a encontrar otra dieta, y el ciclo se vuelva a repetir.
Además, la presencia continuada de cortisol en sangre puede llevar consigo un aumento de la tensión corporal, que puede derivar en el padecimiento de enfermedades coronarias en el largo plazo. Lo único que conseguimos, es hacernos daño.
El estigma hacia el peso
El estigma hacia el peso, es toda una serie de actitudes y creencias negativas, además de prejuicios que se tienen hacia personas que NO tienen una figura delgada. Este estigma es más agresivo en la mujer, ya que sufren una mayor presión hacia la figura corporal por parte de la sociedad.
Es sistemático, y en ocasiones estos comportamientos pueden realizarse de manera no intencionada, debido a que tenemos interiorizado que no estar delgada es algo negativo. Son microagresiones que confunden a la victima. Se llaman así porque estas expresiones pueden ser desmentidas por la persona que las lanza con facilidad, en caso de sentirnos ofendidas. El típico: «Lo digo porque me preocupo por tu salud». A la larga, esto nos desgasta.
Las consecuencias de este estigma son muy graves, ya que nos sentimos juzgadas por tener un cuerpo determinado, lo cual puede derivar en problemas como una pérdida de la autoestima, ansiedad, aumento de estrés… sentimos que no encajamos en el molde que la sociedad dicta.
Es una de las principales razones por las que se accede a hacer dietas. Dietas que como ya hemos visto, no solo NO funcionan, sino que además nos perjudican en el largo plazo.
Este tipo de comentarios o actitudes, nos condicionan en otros aspectos. Estudios han revelado que estas prácticas de ‘body shaming’ promueven que las personas que lo reciben, dejen de practicar ejercicio (ya que sienten miedo o vergüenza por ser juzgadas). Además, producen un incremento del hambre emocional. Para que luego te digan que lo hacen ‘con buena intención’.
Este estigma, también esta presente entre los profesionales de la salud, por sorprendente que parezca.
En el estudio de Liya M Akouri, (Fat Women’s Experiences in Therapy: “You Can’t See Beyond…Unless I Share It with You”), se realizó una serie de entrevistas a 15 mujeres. Les preguntaron acerca del estigma que sufren en terapias o clínicas.
Estos testimonios pueden hacernos ver como, este estigma está tan arraigado en la sociedad, que hasta profesionales que velan por nuestra salud, también realizan estas microagresiones.
En primer lugar, alegan que alguna vez se han sentido mal yendo a diferentes consultas, ya que los asientos de las salas de espera son demasiado pequeñas para sentarse en ellas de forma cómoda. Esto les hace sentir que no encajan en el ambiente.
También señalan que, durante diferentes terapias, aunque no acudan por esa razón, las especialistas suelen recordarles que «tienen que perder peso»
Me decían «¡tienes que perder peso! Pierde peso y eso te hará sentir mejor». Toda la conversación giró en torno a mi peso, y en que si perdía peso, me encontraría mejor. En lugar de buscar las verdaderas razones por la cual me siento mal
Participante del estudio.
Unas conversaciones que no hicieron ningún bien: «me han hecho sentir peor sobre mi misma que antes de llegar aquí», alegó la entrevistada.
Y esto son solo algunos ejemplos. Pero está más que claro que una persona gorda va al médico porque se ha roto el radio, y las instituciones médicas se van a encargar de dejarles claro que perdiendo peso se solucionarían sus problemas….
Romper el ciclo
Por esta y muchas otras razones, tenemos que romper con la gordofobia de nuestra sociedad, y abandonar la idea de que las dietas son el camino para alcanzar la salud y el bienestar.
Es necesario cambiar la percepción que tenemos acerca del peso, ya que hay motivos para afirmar que la búsqueda de la delgadez NO nos hace mejores. Es INÚTIL realizar este tipo de dietas. Corremos el riesgo de vincular la estabilidad emocional a perder peso. Y lo peor es que, si en algún momento logramos la delgadez, tendremos miedo a engordar. No saldremos nunca de este bucle de preocupación, estrés y miedo.
Por eso, tenemos que desaprender, para aprender a aceptarnos, y aceptar a otras, en un marco de diversidad y amor propio. Puede que no sea un camino sencillo, pero merecerá la pena.
Referencias:
(1) FL Greenway, (2015), Physiological adaptations to weight loss and factors favouring weight regain.
(2) National Eating Disorders Association, 2005, kNOw Dieting, risks and reasons to stop.
(3) Benito López Pedro, (2018), EL SISTEMA CEREBRAL DE RECOMPENSA, DEL APRENDIZAJE A LA ADICCIÓN, Boletín de la Real Academia de Córdoba.
(4) Liya M. Akoury, 2019, Fat Women’s Experiences in Therapy: “You Can’t See Beyond…Unless I Share It with You”. DOI: 10.1080/02703149.2018.1524063
(5) Andrea Bombak, 2018, Dietary approaches to weight‑loss, Health At Every
Size and beyond: rethinking the war on obesity. DOI: https://doi.org/10.1057/s41285-018-0070-9
(6) A. Janet Tomiyama, 2014, Weight stigma is stressful. A review of evidence for the Cyclic Obesity/Weight-Based Stigma model.