Cuando sentimos cosas que no queremos sentir, que no nos provocan placer, o felicidad; tendemos a reaccionar de dos formas: Enfrentarse con esa emoción o huir de ella.

Huir puede parecer lo más sencillo, pero la realidad es que aquello que tratamos de esconder en un baúl para no verlo, suele explotar y darnos de bruces cuando menos lo esperamos. 

Guardar los debates emocionales en la trastienda solo sirve para acumular polvo, telarañas, y que cuando queramos avanzar por ella para encontrar nuestras herramientas, se nos complique el camino, y se convierta en una verdadera odisea.

La rutina suele ser usada para poder anular las emociones, típico “piensa en otra cosa hasta que se te pase” que trataría de soltar alguien para animarte y que no estés “mal”. 

Otro elemento a tener ojo avisor es el consumismo como método de escape. Los atracones de información, de películas o series, de comida o de compras, suelen ser un reflejo de un intento de huida de la propia realidad que vivimos a través de ese consumo inconsciente. 

Cuidado también con caer en el rol de victimismo. Empezar un círculo vicioso en el que responsabilizamos tanto a las circunstancias externas y nos compadecemos de nosotras mimas; que adoptamos una actitud pasiva ante los problemas, privándonos así del poderío real que tenemos como individuo ante como enfocamos nuestra propia eventualidad. (Otro síntoma de huida ante la toma de consciencia de nuestra coyuntura).

*Tener siempre en cuenta que la huida suele ser símbolo implícito de miedo, puede ser miedo al propio juicio, al externo, a no poder cumplir expectativas, a tener que enfrentarte a una mutación de tu propia identidad, etc*

También está la otra cara de la moneda. 

La idea de afrontar las emociones negativas en una gloriosa batalla final, con miles de barcos asediando y cientos de cañones disparando; hasta que por fin la vences gloriosamente: el mundo entero te agasaja y vitorea. 

O el verlas como demonios que quieren comerte, escondidas debajo de la mesa, o en el sótano, y tú, tienes que coger las espada y mirarles a los ojos con odio mientras les acuchillas vilmente. 

No funciona así. 

Así no funciona.

Las emociones negativas no hace falta que las rehuyas, ni que las enfrentes, solamente las sientas y observes sin juicio

Seguramente cuando te quieras dar cuenta y evitar esa sensación, es porque ya la estás sintiendo. Hay algo que te molesta, y genera en ti un estado de incomodidad. Y no pasa nada. No se acaba el mundo.

El mundo sigue girando. Las nubes siguen formándose y regando los bosques, las personas de tu entorno siguen queriéndote, valorándote y amándote, las pequeñas cosas siguen estando ahí para servirte, sigues pudiendo beber agua, respirar profundo, entrar en contacto con la naturaleza o mirar al cielo. Sigues teniendo un mundo de posibilidades y actitudes para sanar esa emoción, si consigues mirarla a los ojos, y simplemente dejar de luchar, dejar de odiarla, dejar de rechazarla como si no fuese parte de ti. Y abrazarla

Abrazar esa energía que has generado, o que ha generado tu contexto. Y trabajar, una vez más, la empatía. Hacia entender, que esas emociones, miedos, respuestas emocionales no son más que un conjunto de aprendizajes realmente correlacionados con sus pretextos y circunstancias. 

Lo está haciendo lo mejor que puede, lo está dando todo por protegernos esa emoción, por aportar valor y hacer que nuestra identidad no se rompa, que nuestra autoimagen no se vea dañada, que nuestra percepción de validez no decrezca. Y si lo está haciendo así, seguramente sea porque no ha tenido el espacio o capacidad hasta el momento de aprender o utilizar otras herramientas para hacerlo.

Conseguir abandonar la lucha interna es clave, la posición de calma es necesaria para el siguiente paso: la tranquilidad de poder observar.

Mirar qué ocurre en tu interior con curiosidad, qué comunicación interior estás teniendo, cómo te estas tratando, desde qué modelo verbal te diriges. ¿Hay agresividad? ¿Culpa, rabia? ¿Hay decepción desde las expectativas? ¿Te hablas en el lamento del pasado? 

O quizás, empieza a ver algo de presente.

Lo verdaderamente interesante de esa observación, es la capacidad que te da de desvincularte de esos pensamientos cíclicos autodestructivos y la libertad para empezar a cuestionar. 

*Indagar cual es la raíz*

¿Qué me hace sentir así? ¿Cómo me afecta saber que es eso lo que me provoca el malestar? ¿Me da miedo esa realidad? ¿Por qué me asusta? ¿Va en contra de mis valores?…. 

Decenas, cientos, miles de preguntas que irán sucediendo, y serán el punto de inflexión para el verdadero interés de todo este trabajo:

¿Qué voy a hacer?

¿Cómo voy a actuar?

Pues es así lo que realmente te da la infinita libertad. La libertad de crearte y deshacerte, de formarte y difuminarte, de investigar quién quieres ser y porqué . Sin miedo. 

De no elegir la respuesta normativa ante esos sentimientos, y una respuesta más tuya, más personal, que se alinee con los objetivos TUYOS. Los que realmente tienes. En lugar de saciar con nuestras conductas aquellos objetivos que nos han enseñado a tener.

La infinidad de posibilidades de actuación y respuesta que tenemos cada vez que decidimos, es la infinidad de poder que debemos valorar. Honrar con cariño y calma. Decidir desde la conciencia: Con cuidados, con presencia, sin miedo a equivocarnos, valorando nuestro eterno derecho a la incoherencia. Aceptando la fluidez de la vida en movimiento.

podemos añadir algo tipo: A modo resumen, el primer paso es abandonar la lucha interna, dejar de ignorarla o batallarla, y abrazarla con amor y agradecimiento. El segundo paso es la observación, usad el poder de la curiosidad y la pregunta, cuestionad todo. Así llegaríamos al tercer paso, llegar al tercer paso, actuar. Y cuarto y último paso es sentir la libertad, la libertad de ser honestas con nosotras mismas.

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